jueves, 15 de julio de 2010

La nueva Estrategia de Innovación aprobada por el Gobierno.

Hace unos días el Consejo de Ministros aprobó la “Estrategia Estatal de Innovación e2i” que consta de cinco ejes: generación de un entorno proclive a la innovación, fomento de la innovación desde la demanda pública, proyección internacional, fortalecimiento de la cooperación territorial y mejora del capital humano.
El Gobierno pretende establecer sistemas que faciliten y promuevan la transferencia del conocimiento desde los centros de investigación hacia los sectores productivos para contribuir al cambio de modelo productivo de nuestro país. La idea parece acertada, pero no parece que sea fácil de realizar y menos en un contexto económico como el actual.
Digo que será difícil porque pocos días después de que la “e2i” se aprobase leí un artículo de Joan Subirats, en Público, que explicaba con mucha claridad que los mercados, la “economía de casino” no apuesta por la innovación, ni por la inversión en conocimiento. Es decir, aprobamos una estrategia estatal de innovación que no parece que vaya a contar con el respaldo de los mercados y, por tanto, no esta claro que el capital privado invierta el dinero necesario para que se produzcan los cambios que se describen en el documento del gobierno. Asimismo, parece que el gobierno tampoco está dispuesto a invertir recursos públicos suficientes para que la citada estrategia salga adelante.
En el artículo citado se mencionan estudios recientes realizados en Estados Unidos, en los que se pone de relieve que en la pasada década, las grandes corporaciones económicas no han invertido en su propia mejora y han decidido ahorrar. El estudio confirma que esto representa un gran cambio de tendencia en relación a los 40 años anteriores. Lo mismo parece que sucede en Europa y Japón.
Parece que las empresas apuestan por mejorar los excedentes disminuyendo significativamente las inversiones. Las razones parecen estar en la obsesión de los responsables empresariales por mantener fuertes tasas de beneficios a corto plazo lo que implica reducir la inversión en el desarrollo de nuevos productos, en la compra de nuevo equipamiento o en el desarrollo de nuevos prototipos. En definitiva se apuesta por ganar el máximo posible ahora y mañana ya veremos. Esta tendencia no es ajena a las retribuciones de los ejecutivos y al reparto de dividendos de accionistas; los primeros se aseguran sobresueldos significativos por cumplir objetivos anuales,  y los segundos también hacen caja.
Parece que la misma lógica subyace en las decisiones de los gobiernos para afrontar la crisis. Los políticos prefieren recortar gastos, contraer inversión, reducir el presupuesto de investigación, para cumplir con objetivos a corto plazo.
Por tanto, si las empresas no invierten, no invierten los mercados y tampoco los gobiernos, el futuro no estará basado en la innovación y el cambio de modelo productivo que nuestro país necesita.

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